Por Juan Copovi
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19 de noviembre de 2025
1.1. Lesión térmica excesiva Los láseres tradicionales (especialmente Q-Switched de nanosegundos ) generan un efecto fototérmico : La energía calienta el pigmento de forma intensa. Ese calor se transmite al colágeno y tejidos vecinos. Si el calentamiento supera la tolerancia dérmica → desnaturalización del colágeno → fibrosis → cicatriz . Comparativa: Nanosegundos: más calor residual → mayor riesgo. Picosegundos: menos calor → acción fotoacústica → menor riesgo. 1.2. Inflamación prolongada La inflamación es necesaria para la reparación, pero si se prolonga: se activan fibroblastos en exceso, se produce demasiada matriz extracelular, aumenta la probabilidad de cicatriz hipertrófica . Esto ocurre más cuando hubo un traumatismo térmico fuerte o cuando las sesiones estaban demasiado próximas. 1.3. Parámetros inadecuados del láser Los riesgos aumentan cuando hay: Pulsos superpuestos (pasadas repetidas sobre la misma zona). Altas fluencias sin ajustar al fototipo. Lentes mal enfocadas que generan puntos calientes (“hot spots”). Todo ello produce acúmulo de calor E y daño dérmico. 1.4. Predisposición genética Algunas personas tienen más riesgo: antecedentes personales/familiares de queloides , pieles fototipos IV–VI , donde la inflamación puede desencadenar pigmentación o fibrosis. 1.5. Cicatrices previas en la zona del tatuaje Si el tatuaje se hizo sobre: quemaduras, cicatrices antiguas, zonas con fibrosis… …el tejido ya es más débil y propenso a un daño adicional , aumentando el riesgo de cicatriz. 1.6. Infecciones post-tratamiento Cualquier infección cutánea: retrasa la cicatrización, aumenta la inflamación, y puede dejar cicatrices permanentes si no se trata rápido. 1.7. Mal cuidado posterior Factores frecuentes que empeoran la reparación: exposición solar precoz, arrancar costras, falta de hidratación y oclusión, fricción excesiva o rascado. Estos hábitos aumentan la PIH (hiperpigmentación postinflamatoria) y las cicatrices .